Hola Rocío

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Hola Rocío,

Estoy en mi casa, escuchando el relato de tu intento de suicidio. El último capítulo de tu docu-serie que he seguido con puntual devoción.

Te escucho referirte a tu intento de sucidio como un acto cobarde y egoísta, que es algo que te avergüenza. Y lo puedo entender pero me da mucha pena escucharlo.  Me da pena por ti y me da pena por tantas y tantas personas que no pudieron más con la vida. Qué pena que aún las personas víctimas, las personas que sufren, aún sintamos vergüenza del sufrimiento, cuando es algo que nadie elige.

Ese lugar en el que caíste, o mejor dicho, a ese lugar al que te tiraron para torturarte,  ese lugar de indefensión, ese lugar  de “no puedo más” no es un lugar en el que nadie decide vivir ni por supuesto permanecer. El suicidio no viene de un acto consciente desde un lugar de salud sino que llega desde el colapso, la tristeza, la desesperación y la pérdida de los recursos que todos intentamos poner en marcha para seguir viviendo.  Tú no decides suicidarte, es tu sistema nervioso el que decide que tiene que sobrevivir y le da igual cómo. Si sobrevivir, si dejar de sufrir, pasa por dejar de exisitr, ese va a ser el camino. Tu sistema nervioso y neurológico no puede seguir sobreviviendo, pero no tiene que ver con quién eres tú. ¿Quién puede resistir vivir 20 años enjaulada en el horror?

Es legítimo querer respirar.

Rocio Carrasco
Rocío Carrasco en su docu-serie «contar la verdad para seguir viva»

Espero que poco a poco puedas sentirte orgullosa de tu resistencia, de tu tesón y de la dignidad de seguir viviendo porque tú lo vales y para no darle la oportunidad a ese Ser de ganar.

Yo quiero decirte que te admiro, que te doy las gracias. Que  me has empoderado como mujer y que como psicóloga le has dado la oportunidad a muchas mujeres a saber qué les pasaba y a pedir ayuda. A mi despacho han llegado mujeres que empezaban su solicitud de ayuda así: he visto a Rocío y me he dado cuenta de que yo también… Así que gracias en su nombre también.

Gracias Rocio por no ser perfecta y por equivocarte.

Gracias por tu dignidad, por tu pose, por tu escote, tu tono de voz,  tu traje chillón, por  la calma con la que te levantas a por una prueba con las que nos va a decir a todos “zasca, en toda la boca”.

Has demostrado con hechos, con papeles, con sentencias tu verdad, LA verdad. No la historia que el maltratador ha inventado y ha contaminado a todos.

Gracias por recordarnos, una y otra vez, que ese Ser es el maltratador.

Te he seguido con asombro, diría estupefacción. No con el asombro de una mujer o de una terapeuta que, por desgracia, ha escuchado muchas veces historias de maltrato o de humillación sino estupefacta al ver cómo el maltratador se ha paseado con sus mentiras por portadas y programas de televisión con soberbia, descaro e  impunidad bajo las palmas de toda una corte de profesionales y público. Sencillamente, ha sido flipante.

Gracias por sacarle los colores, las vergüenzas y las malas prácticas a esos periodistas que ganaban con tu sufrimiento dinero, portadas y audiencia. Lo de la justicia tampoco me ha sorprendido un ápice.

Algunos me dicen que “no servirá de nada,  nada cambiará” y yo digo, a ella le ha servido y con eso basta.  Y eso es lo más importante para mí, la voz y dignidad que te ha dado a ti y basta.

Y terminas tu docu-serie:

– El tiempo pone a cada uno es su sitio y el suyo ya ha llegado.

– ¿Estas preparada para algún ataque?

– Estoy aquí, que venga quien quiera.

 Olé tu ovarios hermana. A tus pies

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