Cuando me enamoré de Mario Casas

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Yo (también) estoy enamorada de Mario Casas. Algo muy reciente, sucedió poco a poco. Toda una sorpresa (también) para mí. Le entrevistaban en la tele, estaba con su hermano pequeño al que ha dirigido en una película. Sentada con curiosidad vi como entraba en el programa, sus andares me resultaron muy graciosos, camina con los hombros. Nada que reprochar, yo he caminado toda mi vida con la cabeza hasta que aprendí a caminar con los pies en la tierra. Todavía a ratos me voy pero siempre vuelvo.

Amor al amor

Me enamoró el cuidado hacia su hermano pequeño, la cámara enfocada en él para que pudiéramos ver su mirada de amor. No hay puntada sin hilo. Me enamoró la admiración hacia sus actores y el respeto a su profesión, esa pasión engancha. Asumía con humor (rindiéndose un poco) su condición de boomer y aceptó sus gestos y manías ante las risas de su hermano. Aceptar que uno crece, que se hace viejo, bienvenido. Hablaba de su familia con respeto y amor incondicional, quién puede evitar adorar a un buen hijo.

¿Qué odia de una primera cita?

Que la chica mire el móvil mientras cenan, “eso quiere decir que no le interesas” ¿Mario Casas ha sentido eso alguna vez? El chico portada de revista es humano y también sufre. Una millenial a la que adoro diría “uhmm, qué mono”. Escuchar que usaba palo de santo para las limpiar las energías del set de rodaje mientras hacía también sus meditaciones fue sorprendente y en ese momento, ahí sí, sentí que me había enamorado. Y por encima de todo, sabe cocinar. Te quiero Mario Casas, esa lasaña cuando quieras.

Momento culminante

El momento culminante fue cuando Pablo Motos les propuso una competición, por supuesto Pablo Motos. Ahí la testosterona absurda se puso a tope, por supuesto, en El Hormiguero. Medían la fuerza de sus puñetazos en una máquina que todos hemos visto en las ferias y fiestas de nuestros pueblos. Ganó Mario Casas, sacaron al plató un pódium en el que la posición del número uno estaba ridículamente exagerada, necesitaba escaleras para subir y la posición del segundo puesto estaba humillantemente puesta casi al ras del suelo. Competir y humillar como parte del entretenimiento. Y caí rendida a los pies de Mario Casas (todavía no puedo llamarle sólo Mario) que no quiso participar de esa humillación y dejó que su hermano subiera con él para sacarse una foto juntos, felices porque ganan siempre los dos. Pablo Motos se quejaba, había preparado un brócoli para el perdedor para continuar haciendo de la pérdida y de la humillación un espectáculo. In your face.

El amor es grande

Y aquí sigo enamorada y agradecida porque el amor es grande. Una puede amar el talento, amar el amor, puede amar lo humano, amar lo real y la fantasía, y puede amar sin ser correspondida de la misma forma, pero seguir amando igual. El amor que nutre el alma y mueve el mundo. Contundente e irrefutable ganador, que canta La Casa Azul

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